martes, 7 de diciembre de 2010

Diario de una sociópata

"La sociopatía, también conocida como trastorno de personalidad antisocial (TPA), es una patología de índole psíquico que deriva en que las personas que la padecen pierden la noción de la importancia de las normas sociales, como son las leyes y los derechos individuales."
Bienvenidos pues, al día a día de una adolescente con propensidad a desarrollar un transtorno psicópata.

¿Qué? Ambos sabemos que no es normal en absoluto, pero, amigos, es mejor prevenir que curar, y reuniendo toda la sintomatología no se puede esperar que quede en nada. Sonreir pensando en lo divertido que seria que te miraran con miedo al entrar en clase aquellas personas a las que en tu interior desearias desencofrar, literalmete, es preocupante. No seguir la norma establecida no es rebeldía, es simplemente desacuerdo. No seguir una moda no es "personalidad", es puramente tener gustos propios: El que se pone contracorriente sin proponérselo, ese es el individuo "trastornado", y el que lo hace por destacar, simplemente cederá a la fuerza del agua, porque, tarde o temprano, todos se ven arrastrados por la arrolladora fuerza de la comunidad.
Todo esto se multiplica en la adolescencia, donde tu vida quedará marcada para siempre por tus acciones, y aunque todos cambiamos... las secuelas del mundo que nos rodea están ahi, se vean o no.
Si te aclamaron en un tiempo pasado, recordarás los días como el cúlmen de tu vida. Pero si por el contario no fuiste mas que un trozo del naufragio conocido como ESO, puedes recordarlo tanto con humor ácido, compadeciendote de los que no estaban a tu altura, como con alegría, la alegria de haber superado una tortuosa fase.



El instituto es un teatro. En el escenario está la trama, en el escenario, los actores, los famosos, los aclamados. Ahí, donde todos quieren estar y donde pocos caben. Y auqnue se representen farsas de infinitos actos, las máscaras siempre son de comedia; es la felicidad de la actuación.
Butacas, ocupadas desde la primera a la última fila por felices y distraídos espectadores que disfrutan sobremanera de lo que ven representado, creyendolo fiel a la vida real, que aspiran secretamente a conseguir un papel por el cual estarían dispuestos a romperlo todo.
En lo más alto, los palcos. Pocos, reservados y pobremente iluminados, alejados unos de otros y ocupados por pocas personas que practicamente son ajenas a lo que se desarrolla bajo sus cabezas. Rechazados por el orden, se alejan a su mundo.